Vinos

Vinos de uva garnacha de las mejores denominaciones de origen españolas. Este proyecto cuenta con una imagen especial donde cada etiqueta presenta una pieza de alta costura, uniendo el vino con la moda.

¡Conócelo!

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Una vez que el vino llegue a tu negocio de hostelería es importante almacenarlo siguiendo una serie de consejos para conservar todas sus propiedades. Lo ideal es contar con una bodega/vinoteca, un lugar en el que, dependiendo de su tamaño, se pueden organizar catas para los clientes. Como solo los establecimientos de mayor categoría pueden disponer de este tipo de espacio, para conservar el vino hay que tener en cuenta: 

Temperatura: deberá ser lo más constante posible ya que los cambios bruscos afectan a su sabor y pueden contraer el corcho, lo que provocaría la oxidación del vino. Éste se almacenará a una temperatura de entre 10 y 15 grados. Eso sí, ten en cuenta que es diferente la temperatura de conservación que la de servicio ya que el vino tinto, por ejemplo, debe consumirse a una temperatura mayor que los blancos (15-18 grados). Lo más recomendable son las vinotecas, unas cámaras climatizadas donde es posible un control exacto de la temperatura, con opciones de monotemperatura o multitemperatura para guardar vinos de diferentes tipos. ¡Consulta todas las posibilidades que te ofrecemos en Makro!

Humedad: es otra de las variables a tener en cuenta a la hora de conservar el vino en óptimas condiciones; un exceso de humedad puede alterar el sabor y provocar moho, mientras que si es insuficiente se resecan los corchos y el vino respira más de lo deseado, lo que acelera la oxidación. La humedad recomendada está entre el 60-70 por ciento.

Iluminación: hay que evitar la luz directa, tanto natural como artificial, ya que afectan a su sabor y color. En el caso de los vinos blancos, más sensibles que los tintos, el color evoluciona más rápido, pasando de un tono amarillo, verdoso-pajizo, a un color más dorado.

Posición: para almacenar las botellas de vino se recomienda hacerlo en posición horizontal (esto permite que el corcho permanezca húmedo) y con una pequeña inclinación para que los posos se mantengan en el fondo. Esta norma genérica contaría con la excepción de los vinos espumosos y botellas con tapón sintético o de rosca.

Además, es importante conservar los vinos en zonas donde no haya un exceso de ruido (las vibraciones pueden afectarle) ni olores fuertes.

El consumo moderado de vino (especialmente el tinto) reporta una serie de beneficios, entre los que destacan:

Antioxidante: por la presencia de taninos, polifenoles y, principalmente, flavonoides, los cuales tienen una acción antioxidante mayor que las vitaminas. Esto, a su vez, permite reducir las inflamaciones y frena y previene el daño celular, algo fundamental para disminuir la posible aparición de un cáncer.

Enfermedades cardiovasculares: el etanol, los polifenoles y la vitamina E del vino contribuyen a mantener los vasos sanguíneos limpios y frenar la aterosclerosis (acumulación de grasas y colesterol en las arterias).

Reducción del colesterol: los polifenoles, como el resveratrol, evitan la formación de lipoproteínas de baja densidad (LDL, conocido popularmente como “colesterol malo”).

Prevención de enfermedades degenerativas: el resveratrol también posee un efecto neuroprotector frente a enfermedades degenerativas como el Alzhéimer.

Aporte de minerales, como el calcio, el magnesio y el fósforo.

El vino es un producto único cuyo resultado final depende de muchas variables, entre las que destacan la uva y el tipo de cepas, el clima y la elaboración del mismo, en la cual, a su vez, se combinan formación y experiencia. Cada bodega tiene sus propios secretos, procedimientos y estándares de calidad pero, en líneas generales, el proceso y elaboración del vino pasa por:

Cuidado de las cepas en los viñedos.

Vendimia: en el caso de España se realiza entre septiembre y octubre. Es importante hacerlo cuando la uva ha alcanzado el punto óptimo de maduración ya que esto repercute en el nivel de azúcar y en la acidez del mosto, factores determinantes para la fermentación, graduación y posterior conservación del vino.

Despalillado: es el primer paso que se realiza en bodega y consiste en retirar las uvas del raspón (racimo), así como hojas o restos de vegetales. (Normalmente se realiza únicamente en la elaboración de vinos tintos).

Estrujado: conocido también como molienda, en este paso se busca romper la piel de la uva para extraer el mosto, dispersar las levaduras y facilitar la fermentación. (Habitualmente se lleva a cabo solo en vinos tintos).

Maceración: durante varios días y controlando la temperatura. A continuación se da paso a la fermentación alcohólica, en la que el propio azúcar de las uvas se transforma en alcohol etílico. En este punto clave en el caso de los vinos tintos se realiza, además, el remontado, que consiste en subir el líquido que está en el fondo de los depósitos para que las partes sólidas sigan en contacto con el mosto; éstas flotan en la parte superior formando el denominado sombrero.

Prensado: tras el descube, en el que se transfiere el líquido a un depósito distinto, comienza el prensado de la parte más sólida de la fermentación. En el caso de los vinos blancos después se realiza el desfangado: se separa el líquido del sólido para proceder a la fermentación.

Fermentación maloláctica: en este proceso, que puede durar entre 15 y 20 días, el ácido málico se convierte en ácido láctico, rebajando la acidez del vino y refinando sus sabores. En España esta fermentación la suelen desarrollar solo los vinos tintos. En Francia, sin embargo —debido a la acidez mayor por su climatología— también la realizan la mayoría de los vinos blancos.

Envejecimiento o crianza: el vino reposa en barricas, desarrollando unos sabores y aromas característicos (tostados, especias, vainillas). Durante el proceso de envejecimiento es muy importante oxigenarlo y cambiarlo de recipiente para eliminar sedimentos sólidos (trasiego y clarificación). El tiempo de crianza depende de cada tipo de vino, oscilando entre los tres y los dieciocho meses.

Embotellado: es la parte final del proceso. El tiempo posterior que pasa el vino en botella es variable; los grandes reservas, por ejemplo, tienen un período de envejecimiento de hasta cinco años, de los cuales, como mínimo, dos deben de estar en botella.